Por Nicolás Ferrera

Sentimiento latinoamericano

“Una de las cosas que perdimos en Caseros, fue la costumbre de escribir y pensar como latinoamericanos. Bolívar, San Martín, Artigas, Moreno, Monteagudo, Rosas, etc. todos escribían y opinaban como americanos. Después de la caída de Rosas eso se terminó: como semicolonias, los países perdieron ese sentido americano.”
John William Cooke

sábado, 29 de enero de 2011

Las razones del tiempo

Por Nicolás Ferrera

Es extraño, es demasiado extraño que todo empiece a tener sentido después de tres, cuatro o cinco años (tal vez fueron más años, pero no tiene importancia, es demasiado tiempo de todas formas) de la primera vez que te vi. Me acuerdo de tu mirada descreída, en la puerta del salón de clases al que ibas, en el piso de abajo. Golpeo la puerta -no estoy del todo seguro, era muy cobarde para hacerlo- sin embargo saliste vos, tan rubia y tan chiquita - fue lo primero que note en un principio-; caminamos hacia la biblioteca para "conocernos mejor", pero de un modo menos íntimo, mejor dicho, la excusa de armar un centro de estudiantes en la secundaria no tenia mucho sentido en una escuela que no tenia mayores problemas, sin embargo, vos llenaste esa falta de sentido, y sin decir ni una palabra. En esa entrevista no dijiste una palabra, pero fue suficiente para que seas la única cara que recuerde -hasta el día de hoy- y me causa mucha gracia.

La entrevista llegaba a su fin, pero algo comenzaba en mi. Una sensación profundamente primaveral sentí por todo el cuerpo, si hasta las flores del patio de la escuela tenían otro aroma, tan suave e intrigante como vos. Recuerdo haber comentado con otro compañero esa primera impresión que causaste en mí, reímos un rato -cargadas van, cargadas vienen- pero después todo se fue acomodando. Vaya, si que me gustabas, y mucho. Pero, ¿Que podía hacer para que lo notaras? ¿Como podría hacértelo saber?

Busqué todas las maneras ingeniosas para impresionarte: pero no, luego de la entrevista no te vi más. Todo parecía que se había disipado, me preguntaba si serias real, hacia varios días que no te veía en la escuela. Entonces, una tarde, luego de terminar la tarea, empecé a escribirte una carta. Si, como leyeron, una carta, de puño y letra, nada de msn, nada de chat, nada de facebook. Una simple y sencilla carta de pocos párrafos, donde me presentaba, le comentaba quien era -solo nos habiamos visto una vez para ese entonces, pero sin cruzar palabra alguna- ¿Habré sido lo suficientemente caballero con esa carta, o pensaría que era un loquito?. No lo sé, nunca se lo pregunté y nunca me lo pregunte tampoco, de lo único que sabia era que ese pedazo de papel era lo más lindo que había escrito en toda mi vida, porque perseguía un fin que para ese entonces, solo era posible en películas.

Era muy chico, tenia 16 años, sin experiencia en casi nada, podría decirse que todo se resumía a ese hecho tan importante: entregarle la carta a esa rubia y chiquita de 14 años que iba a mi escuela. Fue en un recreo cuando tomé el valor de entregar esa carta -hacia varios días que la tenía guardada en la mochila-; sin embargo, a último momento hubo un cambio de planes. Si, me quise hacer el misterioso -tal vez era miedo- y le dije a un amigo que le entregara la carta por mí; si, como leyeron, delegue mi trabajo a otra persona. Creo que le dije algo así para convencerlo: "llevale la carta y entregasela, pregunta por ella, y dásela. No puedo llevársela porque tengo reunión del centro de estudiantes". Mentira, posiblemente estabas atemorizado Nicolás.

De todas formas, la carta llegó a destino, ella la recibió en sus manos, tal vez temblorosas, tal vez esperándola, eso nunca lo sabré porque no estuve en ese momento. Ahora que lo pienso, no hubiese tenido sentido estar presente cuando le entregaba la carta que escribí, ya que, teniéndola cara a cara lo más pertinente hubiera sido hablar, confesarle que me había volado la cabeza, ¿entonces que hacia con la carta? No es necesario que contesten...

Después de la carta que fue entregada un viernes, estuve todo el fin de semana pensando en como hablarte, cara a cara, sin alguien en el medio. Vos y yo. Tan cursi y tan necesario; vos y yo. El lunes llegó, hacia frío, era fines de agosto. Sonó el timbre del recreo, me anunciaba que no podía perder más tiempo, tenía que ser ahora. Seguramente habré respirado, repasando mentalmente que tenia que hacer, como actuar; baje las escaleras, la puerta de tu salón estaba abierta, hice unos pasos y todos miraron. La mayoría había salido al recreo, y yo con una voz temblorosa pregunté: Sofía está?. A ver, como podría haber preguntado tal imbecilidad, cuando la estaba viendo, tan chiquita y rubia, detrás de unos pupitres escritos. Después de eso, te levantaste y caminaste hacia mí, y luego de eso no recuerdo nada de lo que sucedió en el salón, pero salimos al patio y hablamos mejor. Te conté quien era, te hice preguntas, me preguntaste que es lo que pretendía para los dos. Respondí sin vueltas, créeme, que la respuesta que te dí fue sin vueltas.

En aquel recreo corto acordamos encontrarnos para salir, me pasaste tu mail y tu teléfono, quedé en llamarte para arreglar. Fue así, una semana después salimos por primera vez, y todo fue muy raro, pero especial. Cada segundo puesto en esa conquista eterna -como debe ser la lucha por el amor- no lo olvidaré jamás. Jamás podre olvidar cada intento, cada mirada, cada salida, cada charla. Ese año podré contabilizarlo en pequeñas imagenes de vos y yo, por más cursi que suene. La vida nos va llevando por distintos carriles a todos, y no se si esta bien o mal, pero no podrá borrar esos momentos. Hoy me acordé de eso y me puso contento, cosas así nos hace pensar cuanto hemos madurado, como cambian nuestras vidas, como todo se modifica alrededor, y hay que responder de la mejor manera a esos cambios.

Fuiste el inicio significativo de ese cambio, seis años después recuerdo a esa rubia chiquita de 14 años y ese chico cobarde de 16 y me pregunto adonde habrán ido a parar. Espero que sigan juntos, en algún rincón, en algún lugar del tiempo, perdidos en el flash de las imágenes que nos acompañaban por aquel entonces. Aprendí el valor del tiempo; comprendí que no hay mejor tiempo que el que nunca se va, que reafirma nuestro presente, y que mucho tiene que ver con nuestro futuro. El tiempo puede llevarnos como una ola, por donde quiere, por donde nosotros queremos y por donde no queremos también. Esos chicos tan tímidos están en algún lugar sin tiempo, en un cuadro pintado por vos, como solo vos sabes hacerlo y con el talento artístico que te caracteriza, usando el arcoiris como paleta de colores, tan infiníto y precioso como ese momento hace seis años.

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